Cuando llegué a primera hora a la Plaza de la Corredera, las mayoría de los puestos estaban aún cerrados. Por suerte el dedicado a la cetrería ya estaba abierto y con las aves expuestas.
En la parte derecha del puesto se podía ver una Lechuza Común. De cuando en cuando trataba de volar para liberarse de sus ataduras, aunque sin mucho éxito.
Sin embargo estos intentos de fuga me proporcionaron la posibilidad de captarlo en todo su esplendor.
En calma este ave tenía una expresión reflexiva y profunda:
Su pelaje era ciertamente curioso, caprichosamente moteado y de apariencia muy suave al tacto.
A su lado se encontraba el diminuto y reconcentrado Autillo. Su pelaje guardaba una asombrosa semejanza con la corteza de un tronco de árbol.
Siguiendo el recorrido nos encontrábamos con un Mochuelo Común:
Por detrás en el otro extremo de la carpa se encontraban los Harris:
Y destacando entre ellos, la majestad, la fortaleza y la mirada dura como el diamante del Águila:
A todos nos dirigía unas miradas asesinas propias de su instinto, y su porte y actitud demostraban que es un animal diseñado para cazar y vencer.
Por debajo de la pequeña carpa había otras aves también de belleza remarcable:
En el fondo, reservado para que los interesados pasaran a fotografiarse con él, estaba el enigmático y solemne Búho Real:
Sus enormes cejas y mirada anaranjada resultaban completamente hipnóticas.
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